Por Yansy Sánchez
¿Poemario juvenil? El término
acomoda solo a críticos y editores; el concepto, pienso, pudiera abarcar tanto
a niños como jóvenes. Dueña del tiempo
tiene la bondad de ahondarse sobre la propia línea e ir construyendo, a remedo
de las capas de una cebolla, los significados que propone, así, pudiera
reflejar los conflictos, desde un niño hasta un adolescente temprano o, para subrayar
el término, un juvenil.
Con un lenguaje sencillo y
musical muestra distintas acuarelas sobre momentos en los que pudiera o debiera
reflexionar aquel lector ideal. El silencio, como una categoría ―diría yo― del
pensamiento o del discurso interior, es parangonado con la tranquilidad de los
peces, una fina proposición que invita al sosiego, plantea al lector la
necesidad sopesar las cosas del contorno. Por otro lado, la reconstrucción de los
valores de cortesía y los visos que se enfilan hacia el enamoramiento son
trabajados, para aquellos que van descubriendo los primeros ardores, con naturalidad
y una dosis romántica que los sobreponerse a la hostilidad de los tiempos.Gestos
de galanterías ya olvidados y subvertidos por los medios propone la autora en
equilibrio a lo burdo, lo soez. Isabel Cuello pretende desaparecer como adulto
viciado, como el ser controvertido e insalvable en que nos transforma la
sociedad, para abogar por la sensibilidad, y los sentires a veces olvidados.
Tengo la sospecha que ha
elegido el largo camino de la memoria y allí prefirió revisitar su infancia, ya
asfixiada, por los años y las aglomeraciones para suscitarle al ruedo juvenil
una visión otra del mundo, más contemplativa y reparadora en los detalles
profundos, en las esencias vitales que conforman una personalidad determinada. Aproximarse
a pensar, detenerse en las cosas pequeñas y aparentemente triviales, como una
receta de cocina, es el desafío de esta escritora para sus lectores, junto a él,
marchamos como el respecto a los mayores, la consideración al trabajo de los
ancianos y otras prácticas menos
frecuentadas; todo sugerido sin la marcada intencionalidad didáctica con que
peca a veces la literatura del género, pero sí con la agudeza que permite el
lenguaje cuando es preciso, esto quizás, su fortaleza mayor; pues a través de
sus proposiciones deviene la indicación deseada, una sugerencia a involucrarse.
Pienso que Dueña del tiempo es un libro ambicioso
que construye una tesis necesaria para equilibrar la balanza frente a
publicaciones que festinan los crecimientos del niño, y socaban la inocencia y la
sonrisa más amplia y vital de los que emergen.
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